
A la hora de realizar un proceso de selección, tradicionalmente se ha recurrido a evaluar aspectos tales como la formación académica o la experiencia. Si bien, se ha demostrado que no son realmente representativos cuando se trata de encontrar al mejor profesional.
Así pues, ¿cómo deben ser los nuevos procesos de selección? La respuesta no consiste en cambiar el proceso en sí, sino, más bien, en variar el porcentaje de importancia que se le otorga a cada uno de los elementos que lo integran. Para llevar a cabo este cambio, deberían tenerse en cuenta tres hechos:
1.- No importa cómo se obtuvo el conocimiento, lo que importa es poseerlo.
Los títulos no garantizan ni sabiduría ni experiencia. Tan sólo certifican la culminación de un proceso de aprendizaje que habilita a la persona como profesional, nunca como experto.
2.-El valor no está en conocer, sino en lo que se hace con lo que se conoce
Saber no es suficiente ya que puede saberse mucho y, al mismo tiempo, ser un elemento totalmente inútil para la organización. Algo muy importante es que si el conocimiento no se pone en práctica, puedes considerar que no lo tienes. De hecho, es precisamente en la práctica donde puede medirse la profundidad del conocimiento.
3.-Lo que se hace con lo que se sabe debe proporcionar valor
Los seleccionadores deber tratar de identificar a los individuos que son capaces de agregar valor a la organización. Así pues, deberían ser capaces de mejorar su entorno, aprender y enseñar a sus compañeros. El impacto positivo que ejercen estos profesionales puede proporcionar a la organización la energía suficiente para alcanzar sus objetivos.